Calcino los folios,
partió los bocetos,
tacho párrafos,
arranco sus reconocimientos,
arrugo los tomos,
quebró sus escritos...
Uno a uno Cayo.
Capitulo por capitulo.
Y ella, sin enterarse...
Y él deseándole suerte.
Ella era Poesía, ese curioso objeto marcado con iniciales ajenas... Y solo las Musas pueden consolarnos de la perdida de todas aquellas cosas a las que asignamos algún valor.