Él a sus adentros ya lo sabía,
de la idea, de lo absurdo,
del egoísmo natural.
Él no quiso parar,
dijo que la cambiaría,
y entonces vio su error,
solo cuando lo vio perdido,
que el amor no es incondicional.
Ella era Poesía, ese curioso objeto marcado con iniciales ajenas... Y solo las Musas pueden consolarnos de la perdida de todas aquellas cosas a las que asignamos algún valor.